Y me fui de caza con los pigmeos

| 12 comentarios

Para aquellos que no los conozcáis, los pigmeos son habitantes de las selvas ecuatoriales de África, cazadores y recolectores. Son conocidos por su baja estatura: la media de los hombres es de 1,5 m. Hay asentamientos de pigmeos en varios países africanos, como Ruanda, Burundi Gabón, Congo o Camerún. En este último es donde los conocí, y donde viví una experiencia tan increíble que, espero, pueda trasladar en palabras. Al menos, voy a intentarlo…

Después de haber pasado unos días en las playas de Kribi, al sur de Camerún, me dirigí al Parque Nacional de Campo-Ma’an, donde me habían dicho que podía visitar pueblos habitados por pigmeos y conocer a sus gentes. En efecto, visité algunos de ellos, pero por lo que comentaron y pude comprobar, se habían convertido en meras atracciones turísticas. El jefe pigmeo del pueblo esperaba a los turistas a la entrada para comprobar que habían traído whiski y tabaco; y el resto de la gente esperaba para ser fotografiado cual monumento turístico… Seguí en la búsqueda de asentamientos pigmeos genuinos intentando localizar cabañas más pequeñas de lo normal… Si veía a alguien bajito, le preguntaba si era pigmeo… Alguno se reía: «¡No! Solo soy pequeño».

Estaba cerca del ecuador, así que la atmósfera era bastante húmeda; además todos los días por la tarde alguna que otra tormenta caía. En este ambientazo empecé a notar que, a cada kilómetro que avanzaba hacia el interior del Parque, tenía más bichitos pegados en mi cuerpo; unos interesados en el sudor, otros en la sangre. Me fijé en una enorme fila de hormigas que escalaban como locas por el tallo de una planta. Me detuve para hacer una foto y de repente estaban subiendo también por mi pierna, con lo que guardé a toda leche la cámara, me subí a la bici y empecé a pedalear como si me persiguiera una manada de leones. Todavía notaba que todavía tenía hormigas por el cuerpo y estaba empezando a sentir que me mordían, así que paré en una pequeña aldea y me senté en el banco de una casa para deshacerme de ellas.

A lo mejor no lo parece, pero estaban totalmente histéricas

Levanté la cabeza, y como de costumbre, un grupo de niños y algún adulto me estaban observando totalmente estupefactos. Y estupefacto me quedé yo también cuando me di cuenta de que estaba… ¡en una aldea de pigmeos! Enseguida me lo confirmaron: «Sí, nosotros somos pigmeos». Las sensaciones de ese encuentro totalmente casual, como por arte de magia, fueron indescriptibles. Creo que nunca las olvidaré.

No era un gran poblado, sino cuatro familias pigmeas que se habían asentado en esa zona. ¡Ellos parecían más sorprendidos de ver un blanco en bici que yo de ver gente tan bajita junta! Me presentaron al jefe y a otros pigmeos “ilustres” del poblado. A Odrik lo conocí después de que me salvara de un mosquito gigantesco que tenía en la pierna. De repente, sin yo ni verlo, me pegó un golpe y me enseñó la mano manchada de sangre: fulminante. El flechazo fue tan instantáneo como la hostia. Enseguida nos hicimos amigos.

Odrik tenía 17 años; me contó que su padre había fallecido y su madre se había marchado a otro poblado de Camerún. Orgulloso me mostró su pequeña cabaña que había construido sin ayuda de nadie. «Yo solo. Yo solo» repetía. En la cabaña me enseñó su lanza de caza; no me lo creía. Me pareció totalmente asombroso que cazaran animales con esa herramienta tan simple, de película. Odrik me contó que a la mañana siguiente unos jóvenes del pueblo iban a cazar y, por supuesto, yo estaba invitado. Acepté sin pensarlo, todavía alucinando de lo que estaba presenciando. Os preguntaréis quizás qué tipo de animales cazan los pigmeos… Pues bien, me contaron que cazaban cualquier tipo de animal “de bosque”, como ellos los llamaban: desde serpientes, hasta antílopes, puercoespines e, incluso, gorilas. También recolectaban cualquier planta comestible o que podían utilizar para fabricar algo.

Con Odrik, delante de su cabaña

Por la tarde estuvimos probando mi bicicleta (un poco grande para ellos) y jugamos el típico camisetas contra sin camisetas en un campo de fútbol al que acudieron jóvenes de otras aldeas. Al anochecer regresamos a la aldea para descansar y estar listos para el “big day”.

Y llego la mañana. Me preparé cumpliendo estrictamente las normas de los extranjeros para entrar en la selva: botas cerradas, pantalones largos, camiseta de manga larga y mochila. Y sin saber muy bien qué estaba haciendo, me fui al encuentro de mis nuevos amiguetes. Allí estaban François, de 20 años; su hermano Pabloue, de 10, y Whisky, el perro de los pigmeos (que no pigmeo…). François, además de su lanza y su machete, llevaba una mochila con maniok (concentrado de yuca típico de África Central). Pabloue iba vestido con una camiseta y unas chancletas; su lanza y su machete.

François y Pabloue, cruzando plantaciones

A las 7 de la mañana nos estábamos adentrando en la selva. Atravesamos una extensa plantación; François me explicó que el gobierno está vendiendo las tierras a empresas privadas para plantaciones de palma aceitera, lo que estaba provocando la deforestación y la huida de los animales. Cruzamos un gran río y caminamos varias horas entre senderos y pequeños ríos; yo ya estaba hasta las rodillas de barro. Empezamos a subir una colina campo a través hasta que los hermanos encontraron trazas de puerco espín. Me explicaron que era frecuente que por ese lugar pasaran estos animales, se separaron y empezaron a preparar las trampas con cortezas de árbol, ramas y alambre. A excepción de este último, todo el material lo obtenían de la selva.

Pabloue preparando las trampas

Después de colocar unas seis trampas descendimos la colina hasta que llegamos a una pequeña cabaña que François había construido hacía tiempo. Allí se resguardaba de la lluvia, guardaba algo de fruta, descansaba y, si había suerte, cocinaba la carne que cazaba.

Cabaña construida por François

Nos comimos el maniok, unos plátanos y un aguacate y nos adentramos de nuevo entre los árboles, esta vez en busca de animales. Yo los seguía boquiabierto, esperando el gran hallazgo. Me indicaban que nos separáramos para no hacer ruido; metían la mano en agujeros; de vez en cuando cogían algún fruto de los árboles y se lo comían; bebíamos agua del río con la ayuda de las hojas… Después de dos horas caminando, buscando huellas, siguiendo trazas y escuchando ruidos, François me dijo «No chance».

Cruzando el río por un «puente»
De izquierda a derecha: Whisky, François y Pabloue

Una lástima. Aunque el simple hecho de haberlos acompañado ya fue algo absolutamente excepcional. François me explicó que los animales que cazaban formaban parte de su alimentación; y los que no se comían, los vendían para comprar lo que no podían obtener directamente de la naturaleza.

Izq.: Milpiés. Der.: Cangrejo de río.

A las tres de la tarde ya estábamos de vuelta en el poblado. François volvería el lunes para ver si había habido suerte con las trampas que habían colocado. Estuvimos comentando la jornada de caza y, después de comer, me despedí. Otro emocionante adiós en este viaje, y una experiencia inolvidable que el azar, y las hormigas, quisieron que viviera.

Con los pigmeos aprendí a construir trampas, a beber agua utilizando hojas, y algo mucho más útil y que nunca olvidaré: a sonreír, siempre. Será difícil que olvide la felicidad que expresaba el rostro de François cuando nos conocimos; cómo se reía cuando comía con su mujer e hijo o cuando, durante la mañana de caza, yo hacía mucho más ruido que ellos. Después de 6 horas caminando por la selva y volver a la aldea con las manos vacías, seguía sonriendo.

Foto de despedida


Comentarios

  1. Ferrán k alegría leer tus aventuras ver k estás bien. Tú siempre nos cuentas las cosas positivas k te van pasando, de esta manera nos tienes contentos. con tu viaje me hago un poco aventurera y admiro tu valor y la recompensa en cada una de las personas k vas conociendo k también van dejando huella en ti. Un abrazo fuerte y k el Señor te guíe y proteja.

    1. El mundo está lleno de buenas personas que solo quieren ayudar y compartir. ¡Un abrazo tía!

  2. Mientras ellos son felices con nada, nosotros malgastamos nuestro tiempo intentando ser felices con todo… me alegra saber que estás bien, que estés disfrutando de la sencillez y amabilidad de la gente, y de lo que puede ofrecerte la naturaleza, que no es poco!
    Referente a la desforestación para hacer plantaciones de palma, desde aquí, intento hacer boicot evitando comprar cualquier alimento que lo contenga. Es mi pequeña aportación!

    Un abrazo bien grande Ferran, cuidate mucho.

    Te sigo…

    1. Por estos sitios aprendes que es posible vivir con poco o casi sin nada. Lo malo es que luego te acostumbras rápido a las ventajas del mundo moderno: agua caliente, aire acondicionado, lavadora…
      Un abrazo Laura

  3. Hola, estoy totalmente de acuerdo con Laura, no la conozco pero comparto su opinión en todo, intentare no comprar nada que lleve del aceite de palma, y disfruto mucho con tus escritos tan interesantes y viendo lo que disfrutas en tu viaje con estas personas tan maravillosas que encuentras en tu camino. Sigue adelante con mucha precaución por esos mundos. Bueno,soy una amiga de tu mama. Un abrazo.

    1. Gracias Carmen,
      Me gustaría escribir con más frecuencia pero muchas veces es difícil. Poco a poco iré pasando mis notas y seleccionando fotos para acercaros un poco a este increíble continente.

  4. Preciosas las fotografias. Me parece maravilloso y una oportunidad única que puedas conocer a las personas en su habita natural. Cuidate y vigila a las hormigas.
    Un abrazo muy muy grande.

  5. Me van gustando tus relatos cada vez más, pues veo concreción y buena redacción. En este último ademas hay un salto cuantitativo en cuando a riesgos e incomodidades ecuatorianas, que pronto las irás dejando atrás. Buena experiencia personal que muy pocos tienen al alcance, asi que a seguir disfrutando y creciendo interiormente. Nosotros ya empezamos a tener morriña de tu ausencia, aunque pronto nos veremos en zonas mas civilizadas. Un fuerte abrazo y besos y sobretodo ten cuidado con los "bichitos".

  6. Hola Ferran, muchas gracias por compartir momentos de tus pedaleos a través del planeta. Soy otra amiga del grupo de los rokys, todos pendientes de tus pedaleos y descansos en los que sueles encontrar y contactar con buena gente. Que la fuerza y las ganas te sigan hasta completar toda la vuelta. Eso sí, sigue abriendo ventanitas que las saboreamos con mucho agrado. Un besote

    1. ¡Gracias Angela! Voy un poco retrasado con el blog pero prometo ponerme al día en breve…

  7. Hola Ferrán, k puedo decirte que no te hayan dicho ya. Nos tienes a todos pendientes de tus aventuras y agradecidos x compartirlas. Esta decisión que tomaste te está enriqueciendo como ser humano y deseo que llegues a buen puerto pero sobretodo, cuídate. Nuestra admiración y cariño te lo has ganado a pulso. Mucha suerte

  8. Un espíritu valiente el tuyo Ferran superando distancias, que en cifras es ya de más de 8 millones de vueltas de rueda y unos cuantos pinchazos.
    Cerca del océano unas veces y en la selva otras, peregrino del mundo, prodigo en aventuras
    Gracias a ser disciplinado, puedes dormir fácilmente bajo el cielo, o estar sentado en el sillín largo camino, viendo la fauna y los pigmeos

Responder a Laura Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.