Hola amig@,
En esta ocasión te escribo para contarte algo diferente. Al emprender la aventura determiné que únicamente habría dos motivos que harían que interrumpiera el viaje: el primero, que a mi familia le pasara algo grave; el segundo, que perdiera el interés o la ilusión por seguir recorriendo el mundo. Afortunadamente nada de esto ha ocurrido. Y desafortunadamente, no valoré un tercer motivo: un virus pandémico que paralizara el mundo.
Hace unos dos meses crucé la frontera entre México y Estados Unidos y comencé a pedalear entre cactus saguaros y Mc Donald’s, ilusionado por descubrir mi trigésimo sexto país de esta vuelta al mundo que ha sido mi vida durante los últimos cuatro años. Pronto me topé con la realidad de un virus que estaba dejando al descubierto la desigualdad global en la que vivimos, provocando la muerte de miles de personas y transformando la vida tal y como la conocíamos.
Desde entonces he podido disfrutar de la hospitalidad y la calidez de Bob y Maria, dos warmshowers afincados en Tucson que me han acogido en su casa sin pedirme nada a cambio, a la espera de que las cosas se arreglaran y pudiera retomar el viaje, con seguridad para mí y para los demás. Sin embargo, eso no ha ocurrido y no parece que vaya a ocurrir próximamente. El futuro es incierto para todos. Cruzar fronteras, moverse a ritmo de bicicleta o de cualquier otro transporte, conocer personas y lugares o hacer nuevos amigos se va a convertir en algo todavía más excepcional. En un mes finaliza mi permiso para permanecer en Estados Unidos y las fronteras con México y Canadá están cerradas, así que, por mi seguridad, y por la de los demás, he decidido volver a casa.
No corren buenos tiempos, tampoco para los nómadas. Pero, puedo volver. Cuando ponga un pie en Barcelona me encontraré un entorno seguro y una cálida bienvenida. Y eso es un privilegio que la mayoría de personas migrantes que se encuentran en tránsito no pueden disfrutar.
Así es. Vuelvo a casa. Y no tengo ni idea de lo que haré, ni cuándo retomaré el viaje, ni cómo me voy a sentir en esta nueva etapa. Vuelvo contento porque abrazaré a los míos; vuelvo con la certeza de que debemos cuidarnos los unos a los otros, y cuidar de nuestro mundo y de todo aquello que nos une. Vuelvo con ganas de seguir viajando, aprendiendo y conociendo personas amables, cercanas y generosas. Y con la misma ilusión que me impulsó a emprender esta aventura.
Espero que tanto tú como los tuyos estéis bien. Me despido ya, deseando que nos encontremos pronto en el camino.
Un abrazo,
Ferran Catalan