Y sin casi darme cuenta llegaban los últimos días en territorio español. Mi última semana en España transcurrió pedaleando bajo un incesante sol, desde Granada hasta Algeciras, pasando por Málaga. Sabía que en esta zona me encontraría a muchos extranjeros, turistas y adinerados, pero la verdad es que la cantidad de coches de gama alta me sorprendió. ¡Una auténtica invasión!
En Málaga tenía planeado quedarme en casa de Elena, la hermana de Pablo, un amigo del trabajo. Junto a Gabi, su marido; y sus dos hijos, Pedro y Paula, difruté de una estupenda y saludable cena, no sin antes pasar por la ducha (necesitaba pasar urgentemente por el túnel de lavado…). La acogida de Elena y Gabi fue un lujazo, ¡hasta me lavaron la ropa! ¡Muchísimas gracias, chicos!
Al día siguiente llegué a Estepona y pregunté a un policía dónde podía dormir tranquilo. Me aconsejó dormir en un bosquecito junto a la playa, aunque estaba prohibido. El lugar no estaba mal, pero cuando desperté al día siguiente los mosquitos se habían dado un festín en mi cara y brazos. ¡Definitivamente me di cuenta de que necesitaba una hamaca con mosquitera!

Siempre recordaré el último día de bicicleta en España. Para llegar a Algeciras únicamente puede circularse por autovía, así que me dirigí hacia ella. Antes de entrar un ciclista espontáneo me indicó que le siguiera. ¡Le hice caso! Empezamos a hablar y me convenció para cambiar la ruta: iban a ser más kilómetros, pero el camino era más pintoresco y habría menos coches. ¡Y tenía toda la razón! Los lugareños saben, y hay que fiarse de ellos 🙂 Pedaleamos hasta Castellar de la Frontera, donde me invitó a un almuerzo de muerte y me presentó a unos colegas suyos, también ciclistas de Gibraltar. Lo que sucedió luego fue muy especial: decidieron acompañarme un tramo, y menudo tramo. Pedaleé junto a 8 compañeros ciclistas, que me escoltaron cómplices y solidarios hasta la entrada de Algeciras. Me sentí seguro, acompañado, rodeado de amigos. Una muestra más del compañerismo ciclista que me estoy encontrando. ¡Cada vez me gusta más esto! 🙂
En Algeciras decidí probar con Coachsurfing. Para los que no lo conozcáis, Coachsurfing es una red social de viajeros y para viajeros. En ella puedes ofrecerte para hospedar gente en tu casa, y también puedes solicitar alojamiento. La filosofía de Coachsurfing es muy sencilla: ofreces un sitio para dormir a cambio de compartir el tiempo y disfrutar de la compañía. El viajero o viajera interactúa con gente del lugar y lo descubre de una manera más auténtica, amable y enriquecedora.
Opté por contactar a Alex, que vivía en el centro de Algeciras y que por su historial y comentarios, disponía de bastante experiencia hospedando a viajeros de todo el mundo. ¡Y sin duda, acerté! En cuanto vio mi petición de alojamiento, consultó la web y le encantó la aventura, así que muy amablemente me alojó en su casa. Esa noche no solo dormí en una cómoda cama, a salvo de los mosquitos; también disfruté de una rica cena, unas copas de vino, y lo más importante, una conversación entrañable con Alex en su preciosa terraza. Hablamos de viajes, de nuestras vidas, de nuestros proyectos… ¡Ah, y de Malarone! Malarone es un medicamento profiláctico para evitar la malaria, altamente recomendable para todos aquellos que vayan a viajar a África. En Granada estuve a la caza y captura de algún médico que me lo recetara, pero no hubo manera. ¡Otra vez las incongruencias de nuestro sistema de salud! Al final desistí e iba a cruzar el Estrecho sin el maldito Malarone… Pero entonces apareció Alex: por casualidad, tenía una caja del medicamento de su último viaje a Vietnam. ¡Ese momento fue increíble! Para ella no fue nada, pero para mí fue un detallazo impagable. Ahora sí, con Malarone en mano y un montón de amigos nuevos, estaba listo para pedalear África.
