Pedaleando por Marruecos: la ruta
Recorrer Marruecos en bicicleta es una experiencia única, apta para todo tipo de preferencias ciclistas. Si disfrutáis pedaleando largos trayectos por carreteras infinitas y paisajes inmensos, el Sáhara Occidental os encantará. En cambio, si preferís subir puertos de montaña y poner a prueba vuestra resistencia, podéis pedalear hasta Tizi N’Test, un pequeño paso del Alto Atlas situado a 2.093 msnm; o atravesar las imponentes montañas de Atlasf Alto, Atlas Medio y Anti Atlas. Al contrario de lo que podamos creer, Marruecos es un país con una geografía diversa y llena de posibilidades, por lo que es imposible no encontrar un lugar de esos que te hace perder la cabeza 😉 .
Puerto de Tánger Med – Tetuán – Chefchaouen
Mi entrada en Marruecos empezó a bordo de un ferry de Baleria, que me dejó en el puerto de Tánger Med, a unos 40 km de la ciudad de Tánger. Alrededor del puerto no hay prácticamente nada, así que como no me apetecía llegar a una gran ciudad, me dirigí hacia el este con destino a la ciudad de Fnideq (en castellano, Castillejos). Mi idea era descender desde Fnideq hasta la entrada del Atlas, cruzar el Atlas Medio, el Atlas Alto y el Anti Atlas y llegar hasta la costa, esta vez del oceáno Atlántico. Una vez hubiera llegado a pisar la arena de la playa, mi objetivo era pedalear por el Sáhara hasta la frontera con Mauritania.
Fnideq se encuentra a unos 30 km del puerto de Tánger Med y para llegar se debe cruzar parte de las montañas del Rif. No es un tramo especialmente complicado, siempre y cuando no se levante un viento que no te deje avanzar ni de bajada. Al ser ciudad fronteriza con Ceuta, en Fnideq se habla un poco de español. Si caéis en sus calles os recomiendo que os acerquéis a la zona marítima y probéis unas sardinas a la brasa. ¡Espectaculares! Yo las probé en el Bar Eat Fish por unos 30DH (3€).
El camino de Fnideq a Tetuán es muy sencillo y la carretera está en muy buen estado. Entre las dos ciudades se encuentra Rincón, un bonito pueblo costero con un largo paseo marítimo lleno de gente caminando mientras saborean helados, gofres y palomitas recién hechas. Llegué a Tetuán muy cansado, así que un amigo que había conocido en Fnideq me acompañó a dar un paseo por la ciudad en coche para ver la enorme muralla que rodea el centro de Tetuán. ¡5 kilómetros de perímetro!
En mi ruta desde Tetuán pasé por diferentes lugares de interés. Uno de ellos, las cascadas de Akchour, en la zona de Talembot. El no poder dejar la bici a buen recaudo no me permitió visitarlas, pero parece que la excursión merece la pena. Para visitarlas hay que dirigirse al pueblo de Akchour, en el que hay un hotel bastante caro y un cámping llamado La Rueda, que parece más asequible (aunque yo no llegué a dormir ahí). Otro de los lugares que merecen una visita —y este sí que lo pude disfrutar— es la ciudad de Chefchaouen, la llamada «Ciudad azul». ¡Y no mienten! Pasear de noche por sus calles iluminadas con reflejos azules es una pasada. Si queréis sacar una foto de postal os recomiendo que subáis hasta la mezquita Jemaa Bouzafar (también llamada «la mezquita española»). ¡Las vistas de la ciudad son increíbles! Desde Chefchaouen se puede realizar pequeñas excursiones por los alrededores o aprovechar la cercanía de Talembot para visitar su parque natural. Al tratarse de un lugar turístico, hay muchas posibilidades para dormir. Yo me alojé en el Aline Hostel, situado en el centro pero en una zona muy tranquila. Una noche en habitación compartida sin aire acondicionado me costó 60DH (6€).
Calles de Chefchaouen, la «Ciudad Azul», Marruecos.
Fez – Meknes – Ifrane – Midelt
Fez fue la primera gran ciudad turística que visitaba en Marruecos. Hay una parte nueva, y otra antigua; donde se encuentra la famosa Medina de Fez. La medina es gigante, y sus laberínticas calles hacen que perderse sea cuestión de girar dos esquinas. Es habitual que los locales acechen a los turistas para ofrecerles ayuda e indicaciones a cambio de alguna recompensa económica. Como referencia se puede tomar la famosa Puerta Bab Boujloud, y las dos calles principales, Talaa Kbira y Talaa Sghira. Como dato útil, a 5 minutos en taxi de la Medina se ubica un centro comercial con un Carrefour, en el que se pueden comprar bebidas alcohólicas legalmente.
Izqda. Curtidoría de Fez. / Dcha. Puerta Bab Boujloud, en la zona de los puestos de comida.
Es imprescindible visitar el conocido zoco de curtidores de piel y subir, al atardecer, hasta el cementerio para contemplar la inmensidad de la Medina de Fez. Desde la ciudad los viajeros suelen visitar Chefchaouen y Meknes. En Fez estuve unos días, así que aproveché para visitar esta última, Meknes. Es una ciudad más tranquila y con una medina mucho más ordenada, limpia y menos transitada que la de Fez. La imponente Bab Mansour —la puerta más grande de Marruecos— se encuentra delante de la amplia plaza El Hedim. Allí suele acudir la gente al atardecer y se llena de puestos ambulantes de comida y grupos de música. En Meknes fue donde, por primera vez, vi la lamentable imagen de monos encandenados, una auténtica atracción de turistas y otra muestra más del nulo respeto que se muestra hacia los animales, tanto por parte de locales como de turistas.
Vistas nocturnas de Fez desde el mirador Bordj Nord, cerca del cementerio.
En Fez me alojé en el Hostal Dar Lalamoune, quizás uno de los mejores hostales en los que he estado en Marruecos. Pagué 80 DH (8€), por una habitación compartida, con aire acondicionado y un delicioso desayuno. Y ya que hablamos de comida… En Marruecos la comida es simplemente de alucine: variada, deliciosa y barata. En Fez pude disfrutar muchísimo de la gastronomía del país. Por ejemplo, en la zona de Batha se ubican múltiples puestos de comida; los «fast food» marroquíes. En el primero me zampé un sabroso bocadillo de carne, muy rico y con una salsa con aceitunas para chuparse los dedos (¡Cuidado! Que tienen hueso… 😛 ).
Después de unos días de descanso, abandoné Fez con rumbo a Ifrane, también llamada «la ciudad suiza de Marruecos». Los tejados de las casas son triangulares, está limpia, es silenciosa y, sobre todo, más cara. Acostumbrado ya al bullicio, los tumultos y el caos, me chocó toparme con un lugar tan diferente. Siguiendo mi ruta, atravesé el Parque Nacional de Ifrane, donde se puede observar monos de berbería en libertad, una especie seriamente amenazada por la tala de bosques.
Monos de berbería en el Parque Nacional de Ifrane. Una auténtica monada, ¿no creéis? 😛
En Azrou me detuve con la idea de comer algo y seguir pedaleando pero empezó a granizar y unos chicos, que me vieron guarecerme en una gasolinera, me invitaron a dormir en casa de su familia. Fue entonces cuando viví mi primera experiencia con una familia musulmana. En la casa había mujeres, pero no las vi. Prepararon la cena, y comimos y dormimos en habitaciones diferentes. Me explicaron que los musulmanes siempre ayudaban a los demás, porque Alá premia a los bondados, y por eso me habían invitado a su casa. Al día siguiente, cuando uno de los chicos me traía el desayuno, le dije agradecido que no hacía falta. Pero él me contestó:
I am muslim, this is my obligation.
Leche, pan, pastas, frutos secos y dátiles. ¡Gracias Alá! Con semejante desayuno en el estómago, me despedí de la familia y empecé a pedalear hasta Midelt. Recorriendo la carretera atravesé grandes páramos llenos de rebaños de ovejas y sus pastores vigilantes. Cuando ya llevaba unos 65 km, entre las poblaciones de Timahdit y Ait Oufella, divisé unas tiendas de pastores junto a un pequeño riachuelo. ¡Un lugar perfecto para acampar! Me acerqué a una de las tiendas y pregunté a una mujer si podía acampar junto a ellos. Asentió y enseguida me ofreció té. Después monté la tienda con la ayuda y la alegría de unos niños. ¡Era mi primer contacto con los pastores nómadas de la región!

Viviendo la vida nómada.
La comunicación entre nosotros era difícil, pero nada que los gestos y la sonrisa no puedan suplir. Una de las niñas que me había ayudado era sordomuda ¡y también con la que mejor me entendía! La mujer que me había ofrecido té me invitó también a pan recién hecho diciéndome «Curl, curl» («Come, come» en árabe). ¡Mmmm, estaba buenísimo! Más tarde, llegó el padre de la familia con las ovejas, las encerró en el corral y cenamos todos juntos. La experiencia fue, una vez más, alucinante. Cada vez me convenzo más de que el verdadero viaje se halla en el contacto cercano con la gente del lugar.
Al amanecer, partí hacia Midelt, el último pueblo de mi ruta antes de adentrarme en las montañas del Atlas Medio en dirección al Monte Toubkal, donde quería hacer el primer trail del viaje. Allí aproveché para descansar en el Hotel Atlas (6€ la habitación y 1€ la ducha) y aprovisionarme para los días siguientes. El hotel está situado delante del mercado, en la Rue Mohamed Amraon. En la tienda Maison Berbère, especializada en productos bereberes, me compré un turbante tuareg; imprescindible para evitar que la arena del Sáhara te golpee en la cara (y darle un toque más inquiteante al look ciclista).
Por caminos de tierra al salir de Midelt.
Anti Atlas – Asni – Taroudant
A partir de Midelt, ¡empezaba lo bueno! Cada vez más pendiente, carreteras más solitarias y sin rastro de asfalto. Ascendí la primera de las montañas atravesando unas casas de pastores, y en la cima me detuve para disfrutar del paisaje de espectáculo: montañas rocosas, imponentes, y un cielo cada vez más gris. La lluvia me pilló en el momento contemplativo, pero rápidamente se acercó una mujer invitándome a que me cobijara en su tienda. Té y pan recién hecho, ¿os he dicho ya que me encanta Marruecos?
Izqda. Cocinando pan dentro de la tienda. / Dcha. Vista desde lo alto de la primera montaña del Atlas Medio.
Cuando dejó de llover, reanudé la marcha. Tocaba descender, y tenía muchas ganas. Pero al rato me percaté que el recorrido no iba a ser tan placentero como yo creía. El camino se empezó a estrechar, el agua procedente de pequeñas cascadas atravesaba el camino, que estaba lleno de piedras. El terreno se fue poniendo difícil y tuve que pedalear con mucha atención y esfuerzo. Incluso atravesé un río totalmente embarrado, en chancletas y con la bici casi al hombro.
Atrevesando el Atlas, Marruecos.
Después de 30 km de pedaleo duro me sentía muy cansado, así que decidí acampar. Localicé a lo lejos un sitio idílico, un oasis entre tanta piedra: un prado verde junto a un río, rodeado de montañas. Cuando llegué al sitio, apareció un grupo de niños que, en cuanto me vieron, corrieron hacia mí. Empezaron a pedirme todo lo que llevaba encima: las zapatillas, el patito, el teléfono móvil, el candado… Querían que fuera a dormir con ellos, pero yo estaba un poco perdido. Tenía que encontrar el camino borrado por la riada y me empecé a preocupar por si mis sandalias iban a aguantar tanta piedra. Estaba oscureciendo así que decidí alejarme para encontrar un sitio más tranquilo. Continué arrastrando la bici unos 5 kilómetros más, en plena oscuridad, hasta que acampé bajo el cielo, silencioso y estrellado.
Después de 3 días por el Atlas Medio, dosificando el agua y la comida que llevaba, llegué a Tounfit, un pequeño pueblo pero con mucho ambiente, ya que es lugar de partida de todos los autobuses de la zona. Tenía muchísima hambre, así que lo primero que hice fue zamparme un bocadillo de pollo al grill que me supo a gloria. Con el buche lleno, partí hasta Naour, el siguiente pueblo por el que pasaba mi ruta. De camino pude comprobar cómo los musulmanes celebrabran el Día del Cordero (Eid al Adh): procesiones por las calles de los pueblos y familias que me paraban para ofrecerme pinchos de cordero. En Naour conoci a Moon, un estudiante de inglés que me invitó a dormir a su casa. Ya os imagináis qué cenamos… ¡cordero!
A partir de Naour volvió el asfalto a la ruta mientras me alejaba de las montañas del Atlas Medio, para ya entrar en el Atlas Alto. Bordeé parte del impresionante y enorme lago Barrage Bin El-Ouidane (cerca de Beni Mellal) y pedaleé por la carretera N210 mientras veía acercarse las montañas del Atlas Alto y mi ansiado trail en el Toubkal.
Vistas del lago Barrage Bin El-Ouidane
En Imlil, el pueblo desde donde hice el trail, decidí cambiar la ruta. Me apetecía descubrir una zona más urbana, diferente a la que había estado recorriendo durante los últimas días. Me fijé llegar a la ciudad costera de Agadir, atravesando el puerto de montaña Tizi-n-Test (2.100 msnm) y la ciudad de Taroudant. En esta última estuve unos días para descansar, lavar la ropa, hacer mantenimiento de la web y visitar la peluquería, ¡que me hacía falta!
Rezando en la puerta de la mezquita en Taroudant, Marruecos.
Agadir – Tiznit – Sidi Ifni – Tan-Tan
¡Y por fin llegué a mar! Agadir, con 420.000 habitantes, es una ciudad en pleno crecimiento. Aunque no llega a ser una gran ciudad como Rabat o Casablanca, también me encontré con ajetreo y bullicio. Lo mejor de Agadir, sin duda, son sus espectaculares playas, donde acuden muchos surfistas para surcar sus buenas olas. Además, también es muy conocido el Souk El Had, un gran mercado de puestos de comida rápida, puestos de fruta, electrónica, ropa de segunda mano procedente de Europa, souvenirs, utensilios de cocina… ¡se puede encontrar de todo!
Playa de Taghazout, a 20 km de Agadir.
En la siguiente ciudad, Tiznit, conocí a otros cicloviajeros como yo: Ferran, que viajaba por Marruecos (noticiesdunabicicleta.org) y Robin (themeanderercycles.co.uk) que viaja por África. Además, nos unimos a Koldo y Gosia, que están dando la vuelta al mundo en moto (nuestramotonuestromundo.org). ¡La densidad de viajeros aumentaba con las horas! 🙂 Pudimos disfrutar de un día compartiendo experiencias, explicándonos viajes y planes y, sobre todo, ¡comiendo, comiendo y comiendo! Aprovechamos para conocer Tiznit y su plaza El Mechouar, que siempre está llena de vida; hasta por las noches, cuando los jóvenes juegan a fútbol. Desde Tiznit fuimos en «grand taxi» a la playa de Aglou, situada a 14 km. En Aglou los precios son un poco más elevados que en Tiznit ya que es un lugar más turístico. Pudimos apreciar perfectamente las diferencias entre el pueblo original y las nuevas construcciones de alto standing. ¡Contraste brutal!
Playa de Aglou, Marruecos.
Siguiendo mi ruta llegué a las famosas playas de Legzira, en Sidi Ifni, pasando por Mirleft donde hice una parada únicamente para comer y aprovisionarme de agua. Me habían contado que Legzira era un lugar impresionante, de esos que aparecen en los top 10 y que, si los visitas, perduran en tu memoria para siempre. Cuando pisé su arena y pude ver los enormes arcos naturales de arenisca roja me quedé impresionado. ¡Y eso que el arco más espectacular se había desmoronado 3 semanas antes! Conocí a un viajero de Letonia y nos sentamos cerca de uno de los arcos a comer uvas y conversar. Mientras, pudimos ver cómo se iban desprendiendo pequeñas piedras de las paredes. Hay que darse prisa, ¡la erosión vuela!
Playa de Legzira, Marruecos.
Después de Sidi Ifni, las ganas de salir de la carretera me hicieron decidirme por una ruta alternativa a través de caminos de tierra hasta Tan-Tan. Resultó un tramo de desierto impresionante y desolador a partes iguales. De vez en cuando me encontraba con algunos saharauis que me ofrecían agua e higos chumbos, y me hacían sentir menos solo en pleno páramo. En Tan-Tan tenía planeado descansar unos días. Además, iban a ser las elecciones y quería ver el ambiente que se vivía durante el día. Por curiosidad, intenté entrar en algunos colegios electorales pero en ninguno me dejaron. Me alojé en el Hotel Tiznit, situado en la calle principal de la ciudad. Una habitación individual, 30 DH (3 €) por noche; sin ducha pero con un wifi excelente. ¡No se puede tener todo! 🙂 .
Sáhara Occidental
La carretera principal que recorre el Sáhara Occidental es llana y atraviesa el desierto a ambos lados. Aunque se considera región del Sáhara Occidental una vez pasada la ciudad de Tarfaya, a partir de Guelmim ya empezaron a pararme en todos los controles policiales con las preguntas filosóficas de rigor:
¿De dónde eres?
¿De dónde vienes?
¿A dónde vas?
¿A qué te dedicas?
¿Dónde vas a dormir?
Durante el recorrido me fue acompañando incesamente el desierto, pasé por playas de dunas, escarpados acantilados y pueblos donde pude comer pescado fresco a muy buen precio. Con el estómago lleno y el viento a favor pude recorrer 100 kilómetros diarios sin problemas. Durante esos días pedaleando por las carreteras del Sáhara conocí a varios policias y militares. En uno de los controles un policía, al responderle que no sabía «exactamente» dónde iba a dormir, me dijo rápidamente que me pagaba una noche de hotel y me invitó a comer. En otro lugar de la ruta, unos militares navales me dejaron acampar cerca de sus tiendas. Por la noche me vino a visitar el capitán de la zona —en chándal—; se había corrido la voz y quería conocerme. Me invitaron a desayunar con ellos, y mientras estábamos comiendo pan untado en aceite, yogur y té, uno de los militares, con la ayuda de Google Translator, me hizo dos preguntas: «¿Has tenido relaciones sexuales en Marruecos?», «¿Eres gay?». No quise preguntar sobre el motivo de esas preguntas, aunque supongo que estaban preocupados por mi seguridad.
Carretera en el Sáhara Occidental.
Entrando a Laayoune, la ciudad más importante del Sáhara Occidental, tuve la suerte de conocer a Abdelfettah, un ciclista que me crucé en el camino. Me estaba esperando en la entrada de la ciudad para hablar conmigo y conocerme, ¡estaba enamorado del ciclismo! Me invitó a su casa, me enseñó los mejores rincones de la ciudad, y preparó unos tajines de muerte. Además, me acompañó durante dos días hasta Boujdor. ¡Un lujazo compartir ruta con él!
La noche antes de llegar a Dakhla acampé en medio del desierto. Monté la tienda con la orientación correcta, teniendo en cuenta el viento, y tensé los vientos hasta con piedras. Pero a las 2 de la mañana el fuerte viento golpeando la tienda me despertó y ya no pude volverme a dormir, así que, a la luz de una bonita luna llena, me puse en pie, desmonté el campamento ¡y a pedalear! Sin calor, sin ruido, apenas sin coches, y con el viento a favor. ¡Fue una sensación increíble pedalear así! Llegué a Dakhla ese mismo día, después de haber recorrido 169 km, ¡mi récord diario hasta el momento!
Dakhla es la última ciudad de Marruecos, situada en una pequeña península. Para llegar hasta ella tuve que desviarme unos 40 km de la carretera principal que me llevaba directo hacia Mauritania. La zona es un lugar idóneo para practicar kite surf; las buenas temperaturas durante todo el año y los increíbles parajes hacen que peregrinen hasta allí muchos turistas.
Cafeterías de Dakhla, Sáhara Occidental.
Una de las cosas que tenía pendiente experimentar era visitar un hammam, los típicos baños turcos donde los aŕabes acuden a lavarse y relajarse. Fui con Yousseff, un amigo de un amigo, al Hammam Complexe Oued Eddahab (la entrada nos costó 13 DH (1,3 €)). Me explicó todo el proceso del baño y además se ofreció a limpiarme todo el cuerpo como un auténtico profesional. Por si no lo sabéis, os advierto que el hammam tiene una parte en que un trabajador, uno mismo o un amigo te cepillan a fondo todo el cuerpo con una esponja tipo lija (también conocida como el beso)que te deja totalmente relajado, libre de suciedad (en mi caso Yousseff eliminó de mi piel dos meses de duchas escasas) y, sí, también hecho polvo. Menos mal que el baño acaba con una ducha normal con jabón y champú, y unos cubos de agua fría para revitalizar cuerpo y alma. ¡Sales como nuevo!
A partir de Dakhla pedaleé por carreteras llanas con arena a ambos lados y un viento incesante. Hasta la frontera con Mauritania continué disfrutando de más amabilidad por parte de policías y militares. Uno de los días hice noche en la playa de Portorico, en la que, a pesar de ser un lugar increíble, únicamente hay una casa militar. ¡Y suerte! Me invitaron a cenar, a desayunar y ver la tele. Otro de los días, se acercó una patrulla de policías para preguntarme si necesitaba algo. Al día siguiente me trajeron agua y pan, y me dijeron que podía coger lo que quisiera de una gasolinera cercana.
Parada para descansar y comer algo en la carretera del Sáhara.
Atravesé la ciudad de Bir Ghandouz, donde quise dormir en la puerta de la mezquita, pero los mosquitos y el gentío hicieron que finalmente durmiera en la soledad de las afueras. En Guergarat, ya en la frontera con Mauritania, me acerqué a un café que me había recomendado Robin, el viajero que conocí en Tiznit. Había muy buen ambiente, estaba lleno de saharauis con ganas de hablar conmigo, y yo con ellos. Compartimos un merecido tajine e interesantes conversaciones. Me explicaron la situación actual del Sáhara Occidental y cómo lo estaban viviendo. Algunos familiares y amigos estaban en el Frente Polisario, otros refugiados en el suroeste de Argelia o habían emigrado a Mauritania. En el territorio ocupado quedan pocos saharauis y los que resisten están controlados y tienen limitada su libertad de expresión. Además también hablaron de la presencia de la ONU en la zona y cómo se les puede ver en los mejores hoteles de Laayoune.
El último día en el Sáhara Occidental empezó con un pinchazo. ¡Nada que no arregle una nueva cámara y un nuevo neumático! Para cruzar la frontera pasé 4 controles seguidos de militares y policías. Después del último recorrí unos 4 km de asfalto, y un último de tierra en el que me crucé con las tropas del Frente Polisario, los militares marroquíes y coches de la ONU.
Frente Polisiario situado antes de la frontera con Mauritania (27/10/2016).
El Frente Polisario estaba resistiendo el avance del Reino de Marruecos, que pretendían construir una carretera más allá de la zona que ya han ocupado del Sáhara. Los coches de la ONU se situaban entre los dos ejércitos en un punto alto y alejado, impasivos, únicamente observando. Dejé atrás el Sáhara Occidental, y despidiéndome ya de esta región vecina, empecé a dar las primeras pedaladas por Mauritania. ¿Me encontraría tanta gente amable como en Marruecos? ¿Podría acampar fácilmente? ¿Descubriría otra comida desconocida a la que viciarme? La verdad que no tenía ni idea. Pedalada a pedalada, metro a metro, lo iría descubriendo. ¡Que continúe la aventura!
Lo que dejo para Pedaleamundo Second Edition
- La ciudad hippie surfera de Essouira.
- Las grandes ciudades de Marruecos: Rabat, Marrakesh, Casablanca y Tánger.
- Ourzuga y una excursión para adentrarme en el desierto y caminar por las dunas.
- Cascadas de Oozoud y de Akchour.
- Las gargantas de Todra.
- Un hiking con mi amiga Barka (www.tayyuhiking.com)
Track de la ruta
Marruecos en números
Tiempo y distancia
Fechas: 24/08/2016 - 27/08/2016 (64 días)
Distancia recorrida: 3 Km
Distancia media por día: 77,8 Km / día
Índice de apalancamiento: 35,9 %
Presupuesto
Total gastado: 507.52 €
Media de gasto diario: 7,93 €
Visa: 0 €
¿Dónde he dormido?
Hotel: 25 días (39%)
Acampada libre: 22 días (34%)
Conocidos por Internet: 4 días (6%)
Hotel pagado: 3 días (5%)
Conocidos en el camino: 10 días (16%)
Entradas en el blog
Los mejores momentos de mi paso por Marruecos